A partir de cambiar su documento, pudo acceder a distintos derechos, como las 12.655 personas que rectificaron su DNI desde 2012.
“Mi vida dio un giro a partir de la orientación y el apoyo de Attta y de la Ley de Identidad de Género. Cuando salió, me apuré a iniciar el trámite para rectificar mi partida de nacimiento. Ese fue el primer paso para lograr un montón de cosas”, asegura.
Se revinculó con su familia, consiguió trabajo dentro de Attta, pudo hacerse monotributista y acceder a una obra social. “Llevaba años sin controles médicos porque en el hospital me llamaban por mi nombre de varón y la pasaba mal. Todavía me acuerdo del ´Palacios, Gabriel´. Yo les pedía que al menos pusieran entre paréntesis ´Hannah´ y me respondían que no, que yo era Gabriel”, se lamenta.
El DNI con su nueva identidad de género la ubicó en otro lugar. Dejó de pedir favores o intentar “negociar” y empezó a exigir por el cumplimiento de sus derechos. “Respirás de otra manera, te enfrentás al mundo de otra manera. Sentí alivio y alegría”, expresa.
"Me capacité como promotora de Salud. Trabajé para Attta y después para Casa Trans, un espacio de contención y asesoramiento para nuestro colectivo donde realizo testeos rápidos de HIV y vacunación”, detalla. Ya con un empleo formal, decidió terminar el secundario. Se recibió siendo Hannah.Le cuesta pensarse a futuro, responder por sus planes para dentro de algunos años. “La vejez trans no es sencilla. Tengo 46 y la expectativa de vida de nuestro colectivo es muy baja”, señala.
En este sentido es que pide por las nuevas generaciones, para que no pasen por lo mismo que ella. "Hay que insistir sobre el cupo trans para que puedan estudiar y acceder a un trabajo digno. Esto no es por mí, es para que las y los que vengan se eviten situaciones de abuso y discriminación, esto es por las próximas Hannahs”, cierra.