Discurso completo del Presidente Javier Milei al recibir el Premio del Instituto Liberal de la República Checa en Praga

En primer lugar, deseo dar las gracias por este reconocimiento al trabajo que estamos llevando adelante en la lucha por las ideas de la libertad. Y acá voy a contar una pequeña anécdota y lo que tiene que ver con mi relación con el liberalismo. Si ustedes van a ver un partido de fútbol de Argentina en Argentina, van a ver las tribunas colmadas de público, gente muy alegre, con muchos colores, muy colorido, muy pintoresco, es más con cánticos, un espectáculo verdaderamente en sí mismo. Pero por más linda que sea la tribuna y cómo luce, y todo lo que alienta, ustedes ponen el balón en el centro de la cancha y si no entra a Messi a patear la pelota, la pelota no se mueve.

¿Por qué digo esto? Porque la batalla cultural la discusión de las ideas es muy importante, lo que uno hace en el ámbito académico es muy importante. Pero sin una acción política, no se llega a ningún lado. Porque si volvemos a la metáfora futbolística: ellos sí patean, ellos sí van contra el arco, ellos siguen anotando goles y no les importa. Entonces la única forma real de parar el avance del socialismo, del estatismo, del colectivismo, del constructivismo, la única forma es parárseles en frente y darles la batalla, no solo en lo cultural sino también en la arena política.

En ese sentido, puedo contar lo que es mi experiencia, porque sin lugar a dudas todo el background acumulado en términos académicos es una guía extremadamente importante para la toma de decisiones. Casi que les diría que es fundamental porque es lo que determina el norte y es lo que determina, básicamente, lo que orienta cada toma de medidas. Entonces, por eso les quiero contar dos cosas: cómo fue que me hice liberal, en una versión muy sintética, y cómo lo estoy llevando a cabo. En realidad, mi formación de base es de economista, en mi caso, como en la gran mayoría de los economistas, y eso surge a lo largo y a lo ancho de todo el país, no hay, durante la carrera, ninguna mención a economistas liberales. De hecho, yo suelo decir que si a un graduado economista en Argentina le preguntan quién es Ludwig von Mises, le va a decir que cree que es el 9 de la selección de los Países Bajos.

En ese sentido, yo recibí una formación propia de lo que se llama un pos keynesiano, que sería un keynesiano con tintes marxistas; después muté hacia el keynesianismo Ford T; después muté hacia los keynesianos del desequilibrio; después hacia los keynesianos neoclásicos; después dada toda mi base matemática y en economía neoclásica, me convertí en un neoclásico acentuado; después terminé radicalizándome en esa situación y me alineé con la escuela de real business case, es decir con la escuela de los ciclos reales. Y cuando apareció la crisis de las sub prime, 2007, 2008 y el desequilibrio global frente a la posibilidad de una nueva catástrofe en el planeta, me volvía a refugiar y a la lectura de Keynes y de Friedman. Por lo tanto, frente a esa frustración que tenía con el análisis económico, decidí dedicarme a los temas de crecimiento económico porque dije: “Bueno, me voy a ocupar de cosas de largo plazo y, vaya a saber uno dentro de 50 años si acerté o no”.

Entonces, estaba feliz, contento con toda la literatura de crecimiento, hasta que fui invitado por el World Economic Forum a dar una exposición. No la última tan rimbombante, sino una sobre demografía y crecimiento. Ahí me encontré con los trabajos de Angus Maddison y ahí me encontré frente a un nuevo shock muy fuerte. Era el tema de lo que en la teoría del crecimiento se llama en la evidencia empírica el “palo de hockey”, es decir, cuando ustedes toman las series de Angus Maddison entre el año cero de la era cristiana y el año 2000, ustedes van a ver que el PBI per cápita tiene la forma de un palo de hockey: está prácticamente constante hasta el año 1800 y, a partir de ahí, pega una suba muy imponente.

De hecho, en el tramo del año cero al 1800, el PBI per cápita solamente crece un 40%, y eso se da solamente luego del descubrimiento de América en el siglo XVI. Eso implicaba que el mundo solamente crecía a una tasa de 0,02% anual, es decir, que se necesitaban 3500 años para duplicar el PBI per cápita. Lo otro que ve uno es que desde el año 1800 al año 2000, el PBI per cápita se multiplica nueve veces, pero en un contexto donde la población casi se multiplica por ocho veces. Es decir, que, en esos 200 años, el PBI se multiplica por 72 veces, aproximadamente. ¿Por qué es importante esto? Porque se está incrementando fuertemente la cantidad de trabajo en la economía, y, sin embargo, el producto crece más que proporcionalmente.

Es decir, no se cumple el postulado de los rendimientos marginales decrecientes. Y aparece un problema que en la economía neoclásica se llama no convexidad, la no convexidad, que es un problema de índole matemática en realidad está asociada con las estructuras de mercado concentrado. Y lo interesante es que cuando ustedes estudian microeconomía y miran las estructuras de mercado concentrados, es decir les pongo el caso más violento digamos el más extremo, que es el monopolio, según la teoría neoclásica los monopolios son malos. Y ahí aparecen dos preguntas: porque cuando ustedes miran en el 1800 la cantidad de gente que vivía en la extrema pobreza, es decir, con menos de un dólar diario era más del 95% de la población, y cuando lo miraban en el año 2000, ese número había caído a menos del 15%. Entonces, además los niveles de calidad de vida se habían multiplicado fenomenalmente. Entonces, la pregunta es: ¿cómo puede ser algo que ha sido tan virtuoso para la humanidad en términos de bienestar y en términos de caída de pobreza, algo tan maravilloso, podía ser que la teoría económica, supuestamente la buena teoría económica, decía que eso era malo?
Esa situación me perturbó muchísimo y eso me terminó llevando a algo maravilloso, que fue encontrarme con un artículo de Murray Newton Rothbard que se llama “Monopolio y competencia”.

Yo recuerdo que cuando recibí ese artículo, un artículo de 140 hojas, salí a almorzar en el trabajo y, nada, me extendí. Luego de tres horas, cuando terminé de leer el artículo, dije: “Todo lo que enseñé de estructura de mercado durante los últimos 25 años está mal”. Ahí me convertí a la escuela austríaca. Es muy interesante lo que señala Rothbard en ese artículo porque lo primero que uno tiene que considerar es que el planteo de la estructura de la economía neoclásica en términos de los monopolios, el primer error que comete es lo que Hazlitt dice sobre la diferencia entre un buen economista y un mal economista, son estructuras de un solo periodo y de un solo bien. Es decir, ignoran los efectos de equilibrio general, lo que pasa en el resto de los mercados, e ignoran además la intemporalidad.

Por lo tanto, eso ya muestra que el análisis estaba viciado, que el análisis era incorrecto, que el análisis tenía graves problemas. No solo eso, sino que además ignoraba la posibilidad de sustitución. Por decirlo de alguna manera, yo puedo tener el monopolio de producir Ferrari, digamos soy Fiat, entonces puedo tengo el monopolio de producir Ferrari, pero no quiere decir que no tenga competencia contra un Mc Laren, o contra una Maserati, o un Lamborghini. Por lo tanto, eso ya mostraba que había algunos problemas. Y, por otra parte, tampoco era cierto que el monopolio tenía que ser malo, porque de hecho la definición original de monopolio que corresponde al orco Coak y es de donde la tomó Adam Smith, definía como monopolio aquel lugar donde el Monarca o el príncipe, o el señor feudal, o quien fuera el representante del Estado, determinaba que en el lugar donde él mandaba solamente una empresa podía vender un determinado producto. Es decir, pero si eso era violentado, le caía con toda la fuerza a la ley y eso podía implicar desde mandarlo a la cárcel o enviarlo al más allá. En ese contexto, lo que resultó claro es que entonces el monopolio es malo cuando es un monopolio impuesto por el Estado, no cuando hay un solo oferente. Cuando hay un solo oferente, de hecho, lo dice el propio Mises: enójense con el resto de los empresarios que no están ofreciendo el producto, no con el único que está ofreciéndolo.

Esto siempre lo suelo ejemplificar con un caso donde supongamos que tengo una situación donde tengo 10 empresas que están ofreciendo teléfonos celulares y ahora aparece una empresa que genera un nuevo celular que es de mejor calidad a un mejor precio, naturalmente las nueve empresas restantes van a quebrar. Y eso no tiene nada de malo, es propio de la dinámica del capitalismo.

Es decir, las quiebras son parte del capitalismo, son parte del proceso. Aparece alguien que es más eficiente y va a la quiebra, y en ese sentido se produce una enorme ganancia de bienestar. Porque ahora ustedes tienen un mejor teléfono, que es de mejor calidad, además pagaron menos dinero por eso, y ese dinero que se ahorraron ahora lo pueden usar en otras cosas. Por lo tanto, además, tienen una ganancia de bienestar porque ahora consumen más de otros bienes. Pero, por otra parte, también se cuestiona que el monopolista gana plata. ¿Y cuál es el problema de que gane plata si, en el fondo, es un benefactor social? Está ganando plata porque le está arreglando un problema a la gente.

Y, en ese sentido, ¿qué puede hacer con todo ese dinero que está ganando? Bueno una de las cosas que puede hacer es gastarlo, consumirlo, por lo tanto, genera lugares de trabajo y mejores de condiciones de vida a partir de dónde está gastando en otro lugar. Okay, ahora no lo consume, ahora lo ahorra: bueno, si lo ahorra eso va a financiar inversión, entonces va a generar que se creen nuevos puestos de trabajo en otros lugares de la economía y que permita que siga creciendo la economía, por lo tanto, de vuelta le está haciendo bien a todo el mundo. La otra es que reinvierta en su propia empresa, pero si reinvierte en su propia empresa va a incrementar todavía más la oferta. Por lo tanto, va a tener que ofrecer todavía bienes de mejor calidad y de mejor precio superándose a sí mismo.

Y, finalmente, supongamos que es un tirano y que le quiere arruinar la vida a la gente. Entonces no va a hacer nada de eso y va a agarrar todo ese dinero que ganó y lo va a hundir en la tierra. Bueno, achica la cantidad de dinero dentro de la economía, el nivel de precios es más bajo y reparte bienestar para todos con precios más bajos. En definitiva, cuando el monopolio surge de estas características, sería incorrecto tildarlo de monopolio o ir a buscar el problema de las no convexidades. Pero ese problema en economía está, porque después del daño enorme que causó la aparición de la teoría general de Keynes y con todo el análisis económico desarmado, y con la necesidad de rearmar el sistema de forma de pensar la economía como consecuencia de la destrucción que había causado el keynesianismo, ustedes podían optar entre la línea que venía de la escuela austríaca, pero que había quedado derrotada por la Gran Depresión, no porque fuera culpa de la escuela austríaca sino por cómo interpretaron los que interpretaron lo que pasó. Y, por otro lado, ustedes tenían la línea de Walras.

Entonces, se trabajó más en esa línea de la economía matemática donde a partir del trabajo de Wold, que ya era a inicio del siglo XX, aparecen economistas como McKenzie, Arrow, Debreu, Jan, donde básicamente retoman esa forma de pensar a partir de la llegada de los teoremas de punto fijo de Brouwer y de Kakutani. La realidad es que la discusión del equilibrio era una discusión sobre la existencia de la unicidad y de la estabilidad. Y el problema arranca cuando se mete en el medio del análisis el problema normativo, el análisis del bienestar, es decir, cuando meten a Pareto en el medio. Y cuando hay que elegir para la optimalidad ustedes se ven en el dilema de elegir entre la fábrica de alfileres de Adam Smith, que son los rendimientos crecientes y la idea de la mano invisible.

Entonces, en la construcción como está planteada en la teoría neoclásica, eso es un dilema. Y para retener las propiedades de bienestar, los economistas limpiaron los rendimientos crecientes, se fueron a funciones de producción con rendimientos marginales decrecientes o rendimientos constantes a escala, y de esa forma lograron mantener la idea de la mano invisible como una situación de optimalidad, donde todos maximizando su utilidad, y las empresas maximizando beneficios, eso deriva en una situación de maximización del bienestar. Pero, entre otras cosas, al matar los rendimientos crecientes, mataron el crecimiento económico, y la teoría neoclásica no podía explicar el crecimiento económico.

Consecuentemente, tuvo que recurrir sistemáticamente a parches para poder explicar el crecimiento económico.

Casi les diría que es bastante entre graciosa y frustrante la situación del análisis económico en estos temas, porque cuando Robert Solow hace el testeo de un modelo con una función de producción neoclásica, el modelo desarrollado en 1956 en paralelo con Trevor Swan, y en 1957 lo testea, la situación es muy frustrante porque logra solamente explicar el 15%, y todo lo demás era residuo. En Solow la forma en la cual se arregló todo con factores exógenos determinados a dedo. Por lo tanto, todo lo que tenía para explicar la teoría, lo explicaba a dedo. Ese debate quedó saldado hacia mediados, hacia fines de los 80, con Mankiw y David Romer y Weil, que básicamente testearon empíricamente una hipótesis levantada por Robert Lucas Jr., que a su vez estaba inspirada en algo que había hecho Uzawa a inicios de los 70, impulsado por George Stigler, que era el jefe del departamento de economía de Chicago, cuando le dice a Solow que el problema es que no había incluido el capital humano. Ahí se desarrollan dos líneas de análisis: una, la microeconómica, que es la de Gary Becker, y que me siento profundamente orgulloso porque dentro de la lista está Gary Becker.

De hecho, cuando yo vivía en mi antigua casa, en el centro del living tenía un cuadro de un metro y medio por un metro de Gary Becker haciendo la deducción de la ecuación de Slutsky intertemporal. Así que imagínense lo que representa para mí, un activo seguidor de Gary Becker, haber visto su nombre en esa placa. Y el pobre Gary Becker aguantó en el living de mi casa hasta que a mi querido hijito de cuatro patas, Conan, lo empezaron a acompañar Murray, Milton, Robert y Lucas. Tuve que tirar las paredes y hacer algunas refacciones, y no hubo lugar más para el cuadro. Pero más allá de eso, básicamente se corrigió de esa manera la literatura, y la literatura sigue teniendo una corrección que, desde mi punto de vista, no es la mejor. Probablemente quien haya mejor interpretado este tipo de cuestiones es Paul Romer, quien ha ganado el premio Nobel de Economía y que ha podido capturar mejor las ideas de Adam Smith y de Schumpeter para explicar el crecimiento económico. Esta idea de que cada empresa, con la idea de la destrucción creativa, crea su propio monopolio y está todo el tiempo tratando de capturar rendimientos crecientes. Hacen innovaciones y se genera este proceso que Schumpeter describía como destrucción creativa, y es lo que nos permite ver el fuerte crecimiento.

Yo este tipo de cuestiones obviamente que son importantes, casi que les diría medulares. A punto tal que con mi jefe de asesores el Doctor Demian Reidel estamos reescribiendo gran parte de la teoría económica, para poder derivar optimalidad de Pareto, tanto estática como intertemporal, teniendo funciones de producción no convexas. Es decir que, si nos termina de salir bien, probablemente me den el Nobel de Economía junto a Demian. Pero eso es parte de otra historia, porque corregiría este problema, desaparecería el conflicto entre la fábrica de alfileres y la mano invisible.

Y esto es interesante y, además, liberal libertario, en un país que hasta hace poco dominaban las ideas de la izquierda, hasta que en diciembre el 56% dijo que quería un cambio en favor de la Libertad. Y, en ese sentido es impresionante, porque Argentina que a fines del siglo XIX estaba en el grupo de los países más ricos del planeta; al momento en que nosotros llegamos al poder Argentina estaba 140 en el ranking, con más de 50% de pobres, con una situación donde siendo que Argentina produce alimento para 400 millones de seres humanos, con una presión fiscal en el sector que produce alimento del 70%, es decir, que el Estado se lleva el alimento de 280 millones de seres humanos en Argentina y 5 millones de personas que no le alcanzan para comer. Además, con la inflación acelerándose, al momento en que nosotros llegábamos en la primera semana de diciembre, los precios venían viajando al 1% diario, que es equivalente al 3700% anual. En la segunda semana, se había acelerado y empezó a viajar al 7500% anual. Cuando nosotros ya estábamos en el poder, la inflación mayorista del mes fue del 54%, lo que anualizado da un 17,000% anual. En ese contexto, nos tocó llegar al poder. No hay que llorar ni quejarse, ni nada, porque en condiciones normales de presión y temperatura, la gente no va a elegir un presidente liberal libertario.

Lo interesante es que entonces resulta muy claro que Argentina tiene en lo económico dos problemas muy claros: es decir, el problema que no crece, de hecho, en los últimos 10 años el PBI per cápita cayó 15% y la inflación estaba absolutamente desbordada. Entonces, era claro que necesitaba un especialista en crecimiento y en dinero. Bueno, la gente no se equivocó, el 56% eligió al especialista en crecimiento y dinero, que es mi caso. Y en ese sentido, esa conversión que yo hice al liberalismo cuando leía a Rothbard y leía a Mises, y leía a Hayek, a Walter Block, a Alberto Benegas Lynch (Hijo), a Hans-Hermann Hoppe, a Jesús Huerta de Soto, a Miguel Anxo Bastos y otros tantos gigantes de las ideas de la Libertad.

Se volvió un elemento determinante al momento de hacer política también, porque no solo la escuela austríaca de economía tiene la parte vinculada al análisis económico, sino que además incluye al hacer todo un planteo sobre la libertad, y un planteo sobre la ética y la moral de la libertad. Por eso, para nosotros es muy útil siempre cuando enfrentamos un problema, es que siempre partimos de la definición de liberalismo. Entonces, yo suelo usar la definición de Alberto Benegas hijo, que dice: “El liberalismo es el respeto estricto del proyecto de vida del prójimo basado en el principio de no agresión, en defensa del derecho a la vida, la libertad y a la propiedad, cuyas instituciones son la propiedad privada, los mercados libres de intervención estatal, la libre competencia entendida en el sentido de Adam Smith o en el sentido de William Baumol, con la idea de los mercados disputables, la división del trabajo y la cooperación social, y donde solamente se puede ser exitoso sirviendo al prójimo con bienes de mejor calidad o mejor precio.”

En ese contexto, es una guía muy fuerte para el diseño de la política. Si ustedes buscan mis discursos en la Cámara de Diputados, una de las cosas que van a ver es que siempre me manifesté en contra del déficit fiscal, y la principal crítica al déficit fiscal es que, sobre todas las cosas, es inmoral. El déficit fiscal es inmoral. Porque si ustedes tienen déficit fiscal, ustedes tienen que financiarlo y una forma brutal, y de las peores y más inmorales, es utilizar la deuda, el endeudamiento. ¿Por qué? Porque la deuda son impuestos futuros, quiere decir que la fiesta de hoy, de las generaciones presentes, ustedes le están pasando el costo a las generaciones futuras, a nuestros hijos, aquellos que no votan, a nuestros nietos y hasta gente que todavía ni siquiera ha nacido.

Algo verdaderamente inmoral, una aberración, de hecho, Argentina ha utilizado frecuentemente ese mecanismo. Argentina es el máximo deudor serial de la historia moderna, con lo cual eso también es una aberración porque implica violentar el derecho de propiedad de quienes decidieron financiar la fiesta. O sea, somos tan irresponsables que nos vamos de fiesta, pedimos prestado y después ni siquiera terminamos devolviendo la plata. Es el peor de los mundos. El otro caso es que, cuando se queda sin financiamiento, la política utiliza la emisión monetaria.

En ese sentido, Argentina desde la creación del Banco Central le quitó 13 ceros a la moneda, destrozó cinco signos monetarios, tuvo dos hiperinflaciones sin guerra, hoy podríamos quitarle tres ceros más a la moneda, estuvimos al borde de una hiperinflación, la cual además les cuento que la hemos derrotado, la estamos derrotando. Porque si bien la inflación mayorista del último mes fue 3,5% y eso anualizado da 50, pero recuerden que venimos de 17.000 y en la última semana la inflación de alimentos y bebidas fue del 0%. Es decir, algo que no se lograba hacía 30 años; por lo tanto, también ahora estamos derrotando la inflación porque la inflación es un impuesto, es un impuesto no legislado. Por lo tanto, es absolutamente inmoral, porque además castiga más fuerte a los que menos tienen, con lo cual es absolutamente regresivo y, como si fuera poco, además distorsiona el funcionamiento del sistema de precios y, por lo tanto, penaliza el crecimiento, es decir, es una máquina de empobrecer. Y nosotros también estamos atacando fuertemente el déficit fiscal y la emisión monetaria.

Y, finalmente, otra forma que tiene el fisco para financiarse es subiendo los impuestos, y cuando ustedes suben los impuestos es un ataque a la propiedad. De hecho, si lo llevan al límite, si los impuestos son del 100%, directamente estamos en esclavitud. Con lo cual, también ahí hay otra cuestión en términos de libertad y que cuanto más grande es el Estado, menos libre se es. En ese sentido, fíjense que cuando nosotros llegamos al poder teníamos un déficit fiscal de 15 puntos del PBI, 5 en el Tesoro y 10 en el Banco Central. Nuestra propuesta de campaña era una motosierra y decían que estábamos locos, que no se podía hacer, que con suerte se podía ajustar un punto del PBI y que lo del Banco Central se iba a arreglar solo.

La realidad es que hicimos un ajuste fiscal en el primer mes de gestión y alcanzamos el déficit cero en lo financiero. Terminamos haciendo un ajuste de siete puntos del PBI en el Tesoro y ahora estamos empezando a recomponer partidas y llevamos un ajuste de seis puntos del PBI. Por otra parte, el déficit cuasifiscal del Banco Central, que era de 10 puntos del PBI, lo hemos bajado en nueve puntos. Es decir, que en 6 meses de gobierno hicimos el ajuste fiscal más grande no solo de la historia argentina, sino que además hemos hecho el ajuste fiscal más grande de la historia de la humanidad. Le estamos devolviendo al sector privado 15 puntos del PBI.

Por lo tanto, Argentina tiene para crecer por la propia dinámica del rebote después de hacer un fuerte ajuste y estabilizar, tiene el potencial de crecer porque es una economía que, después de 20 años, quedó muy descapitalizada y los retornos son muy altos, lo cual permite que haya crecimiento aún con las instituciones que tenemos. El hecho de aportar 15 puntos de ahorro va a permitir un boom de inversión y, por ende, haya crecimiento económico. Encima, como si todo esto fuera poco, emprendimos un programa de reformas estructurales que ya tiene la sanción de la Cámara de Diputados y la Cámara de Senadores, y ahora volvió a Diputados para la versión final, más un DNU. En total, son 800 reformas estructurales.

Piensen que la reforma estructural más grande que había hecho en la Argentina fue en los 90, en el gobierno de Menem, que hizo cerca de 100. O sea, con lo cual en menos de seis meses mandamos ocho veces más de reformas estructurales que el caso de máxima reformas en Argentina. Eso nos va a permitir pasar de levantar 90 puestos en el ranking de libertad económica y que podamos parecernos a países como Alemania, Francia, Italia. Sin embargo, nuestro programa no termina ahí: tenemos pendientes todavía 3200 reformas estructurales más, estamos pensando en convertirnos en el país más libre del mundo y, por lo tanto, estamos apuntando que en el largo plazo seamos el país más rico del mundo y, sobre todo, que la convergencia se acelere por el uso de la Inteligencia artificial.

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